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CEPREVÉ


Centro de Estudios para la Prevención de Desastres

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MÁS ALLÁ DEL MANEJO DEL DESASTRE



OMAR AGUDELO, Profesor Titular Facultad de Medicina. Director Ceprevé;
CARLOS SUÁREZ, Investigador Ceprevé;
SANDRA LUZ CASTRO, Investigadora Ceprevé



Se habla hoy de ciencias del peligro, y con ello, de una tendencia a enfatizar en la anticipación, en lo preventivo, superando así el desgaste del tradicional asistencialismo y la intervención relacionada sólo con las inmediatas consecuencias de un impacto. Este nuevo enfoque se convierte en las nuevas claves de la Gestión del Riesgo.

Los efectos socioeconómicos y las pérdidas humanas como consecuencia de los desastres causados por eventos naturales o antrópicos (fenómenos que tienen su origen en la intervención humana), siguen aumentando en nuestros países, provocando impactos negativos en las dinámicas del desarrollo y, en sus habitantes inmensos interrogantes sobre las políticas de participación, protección y seguridad ciudadanas.

Deterioro ambiental, procesos de acelerada y no planificada urbanización, crecimiento de la población, inequidad en la distribución de la riqueza, malos usos del suelo, rápida industrialización, empobrecimiento progresivo, han aumentado las posibilidades y dimensiones del impacto por eventos naturales y/o antrópicos. Es esta limitación para asimilar o resistir a dichos eventos o para recuperarse de ellos, lo que nos hace vulnerables a sufrir un desastre.

El 90% de las víctimas de estos se presentan en países en desarrollo; son las comunidades pobres las más afectadas y su impacto sobre el Producto Interno Bruto (PIB) tiene una proporción de 20 a 1 en los países pobres comparados con los desarrollados.

Esto hace que las situaciones de desastre aumenten su frecuencia en esta región del Globo, generando un círculo vicioso en el que la vulnerabilidad aumenta la posibilidad del desastre y el riesgo de nuevo desastre se eleva en cuanto el proceso de recuperación no conlleve, al menos, la elevación del nivel de desarrollo de esa región y esa comunidad a niveles superiores a los que favoreció la situación de desastre.

Los riesgos y desastres no tienen fronteras y se comportan como una cadena en la cual cada país corresponde a un eslabón que, tarde o temprano, se verá afectado.

El nuevo proceso

Es evidente que ante la debilidad política y cultural de nuestras sociedades en torno a la planeación, previsión, prevención e incorporación de estos elementos al desarrollo, hayan primado esquemas de respuesta una vez sucedidos los eventos desastrosos y la preocupación se hipertrofie en torno a la atención de éstos.

Así, la gestión del riesgo permite superar el limitado perfil del desastre como hecho cumplido para pasar al riesgo como proceso y como dinámica más amplia, desde la previsión hasta la recuperación, donde el desastre es un momento de crisis en dicho proceso y asumirlo como tal permite intervenirlo y modificarlo hasta el nivel, incluso, de aceptabilidad controlable del riesgo.

El conocimiento que se ha ido desarrollando en el mundo, admite analizar la posibilidad de intervenir antes que se presenten las situaciones de crisis, agravadas por múltiples factores que hacen vulnerables a nuestras comunidades, lugares y procesos. Dichos análisis estructurales, económicos, socioculturales, geológicos, ambientales, epidemiológicos y administrativos, en torno a distintos eventos naturales (terremotos, huracanes, inundaciones, erupciones volcánicas, sequías) o antrópicos (tecnológicos, socio-organizativos, bio-sanitarios, ambientales, normativos), han enriquecido la información y permitido generar nuevo conocimiento en lo Cindínico (ciencias del peligro) para enfatizar la anticipación, lo preventivo, superando el desgaste del tradicional accionar asistencialista y de intervención relacionada solo con las inmediatas consecuencias del impacto.

El perfil dominante de la administración del desastre no puede ser solo la preocupación por el número de muertos y lesionados, las dimensiones de la asistencia médica requerida, los esquemas de auxilio y respuesta, sino que debe generar conocimiento sobre factores que nos hacen vulnerables y amplifican y hacen recurrentes los impactos, las dinámicas de eventos amenazantes y su efecto sobre poblaciones y procesos de desarrollo. El enfoque interdisciplinar sobre mitigación (disminución de los factores de vulnerabilidad) y prevención, el estímulo a lo participativo de nuestras sociedades, el análisis compartido de soluciones y el apoyo sistematizado en los pilares de gestión desde el diagnóstico y planeación, pasando por organización, ejecución, control y enriquecimiento del acervo científico-cultural en referencia a la dinámica amenaza–vulnerabilidad como proceso alimentable en unidades de análisis desde múltiples sistemas y subsistemas, significan la nueva visión en el manejo del riesgo y la crisis.

Otros puntos pueden anotarse en el fortalecimiento de la gestión del riesgo: el intercambio de estudios científicos en el contexto de aplicación, intervención y conocimiento compartido con los diferentes grupos sociales; reconocimiento de nuevos modelos en gestión, como en el caso de Marseille (Francia), donde se conjuga la planeación urbana con el mejoramiento de la calidad de vida, la responsabilidad de los gobernantes y la prevención de eventos de crisis; la priorización en Estados Unidos, hacia el cambio a una metodología de participación ciudadana y evaluación costo/ beneficio para el aseguramiento y la reducción de inversión en la atención, estimulando la formación en prevención en todos los niveles educativos.

He ahí la necesidad de mejorar mediante procesos de gestión, la capacidad de las personas y las organizaciones para diagnosticar y enfrentar tempranamente los problemas, respetando lo participante y el empoderamiento de las comunidades, estableciendo el fomento a la prevención para incorporarla a los patrones culturales, involucrando la mitigación y la sustentabilidad del desarrollo en los esfuerzos de cooperación e integración regionales y continentales, asumiendo la reducción de riesgos en la cotidianidad humana. Es esta la esencia transformadora de la gestión del riesgo.